Las mujeres que amo, y los hombres que me han construido.
¿Qué pasó con el establo? Allí y allá hace unos cuantos
años, cuando Venus, Marte y Júpiter y con un texto del mismísimo Sir Arístides
Vargas nos congregada la ilustre desconocida Itzel Cuevas, el reciente graduado
Jorge Velarde y el que intenta recordar ayeres aquí presente y éramos una
sucursal de una vulcanizadora, llenábamos de llantas usadas el establo para una
versión “trash” del Lazarillo, si, ahí donde hemos presenciado algunos
aconteceres escénicos de los Casa Grande, si, en ese sitio donde una rama de un
árbol casi me deja viudo, he vuelto, pero, pero, pero ¡que pasó! Pensé que era
filtro, fondo verde efímero, pero para alegría de todos, es una hermosa sala de
teatro, con todo y todo, y que placer que un espacio haya tenido una mutación
asombrosa, pequeña, acogedora, cálida y, la sonrisa de bienvenida de Dian Pacheco Lagutienko y un equipo que toma fotos, da la bienvenida, colabora en a, b, c y
etc. lo complementa todo, esto de espacio de llama equipo… Dionisio los crea y
el establo los junta.
¿Qué me llevó al ex establo de mi memoria o establo tuneado?
“Lengua de Vaca” cuya dramaturgia, dirección y actuación es de la actriz Daysi Sánchez Proaño, si así se llama la obra, "lengua de vaca" esa que cura el cuerpo y el alma, ¡que
brutalidad! Nada como el arte en las venas, cuerpo, alma, intensión, extensión,
primero y para no ser inocente de asombrarme que en domingo haya teatro lleno a
las 12HOO, gran parte lo tiene el nombre Malayerba, se han hecho nombre en
aquello que todos queremos, decimos y anhelamos, FORMACIÓN, PASIÓN, CALIDAD y
todo lo que cabe en y desde ese grupo de artistas, escuela y deseo para muchos.
Amé y amo ver a los Malayerbas y recontra amé ver a las
“otras yerbas”. “Dios mío Santo” y esta plegaria va para el dios que se asome y
lo agarre primero, últimamente he vivido dos funciones de desnudeces.
Daysi Sánchez, desnuda el alma, y se convierte en un
proyector en el que depositamos nuestras filminas, esas diapositivas familiares
y la memoria de las mujeres que nos construyeron, dolor - amor, es como si viviéramos
ese maldito “valle de lágrimas” compartido, maldita suerte, mujeres rotas,
abandonadas, mujeres solas, mujeres en penumbra, en una de las fotos que se
eleva como si de los abismos de los sueños se tratara y como si la magia de las
palabras construyera imágenes, más allá de las que construye nuestra imaginación
están las que construye mi recuerdo, ahí, mi dulce abuela, esa adolescente
embarazada a la que su padre golpeo tanto hasta que la hizo abortar, si, esa
que en extrema pobreza quedó viuda con 6 hijos y a la que su suegra le quitaba
la tierra que le dejó su marido, si esa que crio a sus hijos y la dejaron sola
en una casa que la lluvia se metía por las aberturas del techo y que yo a su rincón
a veces recogíamos los pies para no mojarnos, esa que miraba a la carretera
esperando que algún hijo llegara a verla, a veces llegaba el hijo borracho que
ponía música la noche entera sin que mi abuela pudiera dormir pero… amaba al
menos ver a su hijo en esas condiciones… mi recuerdo mi madre, mi recuerdo mi hermana,
mi recuerdo me duele porque es amor lo que recuerdo y parte de ese grande amor
que me construyó, hoy es solo un recuerdo y sigo petrificado frente a la
escena, en este punto van juntos su historia y mis recuerdos hasta el final de
la obra.
Las “otras yerbas” del Malayerba, son equipo, la una hacía
la magia de compartirnos su historia, la otra era parte de la magia, la que tiraba
de los hilos, la compañera de camino, la que oculta en algún lado estaba ahí,
acompañando a su “yerbita” ella es Cristina Marchán, una de las grandes del
teatro, fue una mañana-tarde perfecta, más allá de que fue una obra de la vida
y para la vida, para mi es escuela, es motivación, en cada obra que tengo el
placer de ver confronto mi búsqueda y mi opción por y desde el teatro, y el
valor agregado de la obra fue ver un trabajo en equipo, no hay unipersonales o
solos, siempre hay un equipo trabajando para crear la magia y eso se agradece y
mucho porque seguimos siendo común-unidad.
Al final solo deseaba abrazar a la actriz, es bueno que esto
suceda aquí y ahora, es hermosa la vida compartida y a la distancia se vuelve
teatro, escena, taitico, la guagua, la guambra, el dolor, y “la Lengua de Vaca”
que lo sana todo.
Soy Mario Suárez, un actor
en el camino.
Fotografía: Nila Chávez Sabando