El Señor despertó y se marcho con la única esperanza que colgaba en mi imaginario y ausente realismo.
El Señor despertó y me permitió naufragar un universo de saltos y cosquillas, el manantial de la vida puesta al deleite de un ágape de sabores a existencias futuras.
El Señor despertó y los dedos entrelazados en un abrazo prolongado dio origen a la violencia de ser y no ser esto, lo otro, e incluso aquello.
Mírame en la cercanía de una lente puesta a tu altura, baja un poco, la luz del foco debe iluminar plenamente tu mirada, dagas de mil sentimientos prendes en mi abatido pecho cuando tu horizonte se vuelve el mio, tu mano puesta en invierno de donde me sostengo, tu hombro puesto en invierno donde descanso, tu mirada en invierno donde pongo mi presente, tu adiós en invierno donde pongo mis cenizas.
Robé, fui dictador, no pedí permiso, fui por lo que creía y el pago es la cárcel de afectos no correspondidos en los que mi imaginario se enredó y se engañó solo, ahora a un paso de dar el último paso me quedo en las certezas de las locuras propias de no saber que pasa por tus adentros, al igual que ella que lo quiere conocer todo por medio de un reporte yo también lo necesito, sé que estoy abatido, esperanza y fe es lo que menos tengo.
El Señor despertó y la distancia que existe entre su halito y la realidad de mi imaginario, es abismal… el Señor despertó y tomó mi mano… el señor despertó y me dijo adiós… el señor despertó.
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